domingo, 3 de febrero de 2008

Prisión Continua

La prisión continua a la que se refiere Foucault, en la cual estamos todos reducidos en todos los niveles de la sociedad, y la que denuncia una canción diciendo “we are still on the payroll,” da cuenta que el sistema capitalista invadió con éxito. Todos inmersos en lo mismo, en búsqueda de bienestar en la cultura o ¿malestar en la cultura? Freud afirmó que el precio de la cultura es renunciar a los impulsos instintivos, desviar nuestra impulso de violencia innato para ser feliz? Bueno dependiendo del grado sádico del superyo, esa incidencia de la cultura será mas costosa, pero la libertad de libido no sólo recae antes los efectos de la cultura, también la libertad per se pasa a ser un valor económico lo ilustra la pena ante un delito; la privación de la libertad por un determinado tiempo, convirtiéndose la libertad en una valor de cambio. Si trasladamos ese concepto a la esfera de lo laboral, el dinero del proletario equivale a libertad + tiempo, sus jornadas laborales se reducen a un número que significa la remuneración, que otorga o saca un cierto bienestar, paradójico pero bueno estamos inmersos en esa prisión continua. Bah según desde que punto de vista se vea, si es que se puede ver, porque puede ocurrir que esta conquista de la conciencia en defensa de la norma, no se pueda percibir, desnaturalizarla es una tarea compleja que requiere tiempo, el cual es empleado cuando actuamos como proletariado. La ideología que subyace es la criminilización de las necesidades; el crimen de las necesidades del hombre “real” para crear aquel que debe ser producto del achatamiendo de las potencialidades, ¿crimen justificado por la búsqueda de la normalización?. Todas las instituciones, la cárcel, la escuela, la iglesia, persiguen un mismo fin productivo: sujetos altamente acríticos y sometidos a la norma, llegando hasta producir necesidades imperiosas no imperiosas, y llegando a considerar las verdades primarias necesidades como las últimas, ya que no son relevantes para el desarrollo del capitalismo, encerrando o institucionalizando (depende de la perspectiva) de manera que se alojen y alejen de la sociedad productiva a los que llaman “desviados”, “enfermos”, “delincuentes” porque ellos son expresión de la transgresión de la norma. Denominaciones, como tales, son arbitrarias tanto lingüísticamente como socialmente, al orden lingüístico subyace la tutela de la norma. Entonces, ante este imperio de la regla sobre lo instintivo, debemos dejar crecer la creatividad, es decir, si hasta el universo psíquico paga un precio alto por adecuarse, un precio de resignación de los impulsos en pos de desarrollo cultural, la salida es la sublimación. Este escenario parece ilustrar una continuidad entre espacio público y privado, pero debemos emplear la capacidad de iluminar el privado; desviarnos de la norma de manera que nuestras potencialidades no se normalicen.

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